CDMX, a 29 de octubre de 2023.- Brenda Covarrubias dejó su vida normal para dedicarse por completo a la atención de su madre, Blanca Lilia Pino Hidalgo, quien padeció una enfermedad rara denominada vasculitis asociada a ANCA, que le detectaron muy cerca de la muerte.
Antes de eso, fue un ir y venir con médicos en diferentes hospitales tanto del ISSSTE como del IMSS, ya que contaba con ambos servicios. En su vida laboral, Blanca Lilia fue enfermera. La enfermedad la padeció por dos años en los que la familia vivió una pasaje lleno de burocracia y médicos que, ante la falta de diagnóstico, sólo aplicaron un coctel de sedantes.
“Entiendo que el servicio público está saturado. Lo sé. Lo entiendo. Entiendo que no tienen todo lo que necesitan para atender. Entiendo todo eso. Entiendo que vengan muchísimas personas en un día y demás, pero aún así te queda siempre esta sensación de que pueden ver a una persona sentada, gritando, llorando del dolor y con toda la mano en la cintura la tratan mal”, cuenta Brenda al rememorar lo que fue la experiencia de dolor de su madre.
“Es lo que me ha dado más molestia o sentimiento y estrés en todo este tiempo, ha sido eso, sentir que sufrió más de lo que debió haber sufrido en busca de respuesta, que fue ninguneada, gritoneada, humillada, ene cantidad de veces por personal que se supone está ahí para que tu salud mejore”, cuenta quien fuera su cuidadora.
Sin duda, el acompañamiento médico es parte fundamental. En el caso de la madre de Brenda, carecía de un diagnóstico certero y ello derivó en que recorriera varios hospitales, una vez entrada la pandemia fue imposible atenderla en el Hospital de Nutrición Salvador Zubirán ya que se detuvo en parte la actividad.
Lo más difícil, cuenta Brenda, fue intentar convencer al personal sanitario del dolor que sentía su madre. No había huellas de una herida o sangre, pero el dolor ahí estaba.
“Ojalá que un día la gente entienda que el que tú no puedas ver alguna herida no quiere decir que a la persona no le esté doliendo”, expresa Brenda.
También en el ámbito cercano a la familia se sugería que podría ser un padecimiento relacionado con la salud mental, ya que a lo largo de su vida Blanca Lilia jamás tuvo algún padecimiento ni algún dolor como los que resintió pasados los 60 años.
“Cuándo es un dolor que no se ve, sólo se siente, les cuesta mucho trabajo creerlo, y es algo que también nos pasaba en los hospitales. Cuando íbamos a Urgencias o a Emergencias había gente obviamente que venía sangrando, con fracturas expuestas y demás; y el dolor de mi mamá era exactamente igual de fuerte o más fuerte que estas personas, pero como no se le veía nada, no tenía ningún problema que se le viera físicamente, simplemente la tenían seis o siete horas esperando y le ponían en el triage (clasificación de la urgencia médica) siempre en amarillo, y ahí estaba llorando mi mamá”, cuenta Brenda.
¿Y los charlatanes del dolor?
La asesoría de médicos cercanos y la formación como enfermera la madre de Brenda, les brindaron los conocimientos para no recibir las recomendaciones de los pasillos de los hospitales que aparecen como productos milagro para el tratamiento del dolor.
Al respecto, el doctor Ángel Juárez, presidente de la Asociación Mexicana para el Estudio y Tratamiento del Dolor (AMETD), menciona que es común ver a gente sin escrúpulos ofreciendo supuestos productos muy efectivos, pero que carecen de respaldo científico.
“Siempre que hay un problema o una necesidad hay alguien que busca aprovecharse de eso, de la necesidad de alguien de recibir alivio a un síntoma, en este caso el dolor, siempre es aprovechado por gente sin escrúpulos, sin tener la educación o el entrenamiento necesarios, y solamente con el deseo de tener un beneficio económico”, explica el presidente de la AMED.
“Vemos tratamientos milagro, que se ofertan como que van a resolver incluso padecimientos como el cáncer, que es un padecimiento que origina también dolor; padecimientos como lumbalgia, que a veces requieren de todo un manejo multimodal, de rehabilitación, psicología, nutrición, manejos farmacológicos y productos milagro que vemos a veces en la televisión, donde se prescribe como que lo puede tomar cualquier persona porque no tiene efectos secundarios”, alerta el experto.
Una moda como la recomendación del uso de mariguana es muy riesgosa, ya que no se tiene certeza sobre su origen ni los procedimientos para su fabricación o envase.
“También hemos visto suplementos que no se dice en realidad cuáles son las sustancias que realmente contienen. A veces se anuncian como un tratamiento natural, naturista, pero que contienen esteroides, antiinflamatorios no esteroideos, y que eso puede tener otros efectos en la salud de la persona”, explica Ángel Juárez.
Sustancias muy especializadas
En el mismo sentido, la médica algóloga Miroslava Cabrera apunta que la mariguana que se utiliza en el ámbito médico es muy diferente a la que se encuentra en el mercado negro que se utiliza para fines recreativos.
En general, las sustancias que se utilizan en el ámbito médico son de origen muy distinto a lo que hay en el mercado negro, aunque tengan el mismo nombre. Por poner un ejemplo, el fentanilo que se vende como droga es de uso intravenoso, en tanto que la sustancia que utilizada para la atención del dolor en los hospitales es una tableta y la materia que se utilizó para su producción pasa por estrictas regulaciones sanitarias.
“Para el uso de esos fármacos el control es bastante medido. El fentanilo que usamos en el quirófano, los anestesiólogos o los algólogos, es un fentanilo distinto al que se está ocupando de tipo recreativo o como droga. Ésta es una tableta, es totalmente diferente que el que usamos en el quirófano. El otro es intravenoso y éste es una tableta. Es totalmente diferente”, apunta la especialista.
Lo mismo sucede con el cannabis. Una pomada de 70 pesos que se puede adquirir en un mercado común y corriente no es la misma sustancia activa que la que tienen los medicamentos utilizados por el sector médico.
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Acabas de leer la Entrega III de El Mapa del dolor. Aquí puedes encontrar las entregas anteriores.
Entrega I: Urge un mapa del dolor en México
Entrega II: Dolores, entre celo médico, emociones y charlatanería