por Hugo Rangel Vargas
Andrés Manuel López Obrador será recordado por ser el presidente que mayor influencia ha ejercido entre la opinión pública a través de las redes sociales. Pero más que eso, por ser el primer líder en el mundo que ha lanzado una advertencia global, sobre el poder que han adquirido las empresas que son propietarias de estos clubes virtuales. Quienes desde hace años administran la información que llega a millones de usuarios en el mundo, a través de algoritmos poco transparentes. Y quienes además se hacen llegar de un cúmulo de datos personales, que luego son utilizados con fines poco claros.
La posibilidad de que estas redes de ciudadanos (virtuales o reales) incidan sobre acontecimientos que han redefinido a países enteros está clara. La salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit) fue quizá el primer gran suceso. Que de manera sorprendente redefinió el rumbo de este gran bloque económico. Y puso alerta sobre posibles riesgos globales que derivarían del mismo.
El referéndum en Colombia
A esta definición, tomada en un plebiscito y en la que incidieron de manera importante las redes sociales, siguió el referéndum en Colombia. Que de forma sorpresiva dio una negativa en 2016 a los acuerdos de paz con las llamadas FARC. En aquel país sudamericano, no sólo ganó un No. También se impuso la habilidad del manejo del lenguaje, los sentimientos y las imágenes.
En ambos casos, el Brexit y el No colombiano, hay dos factores sustantivos que fueron capitalizados políticamente por sus promoventes: el descontento en contra del establishment y la desconfianza generalizada de la ciudadanía hacia los medios de comunicación tradicionales y controlados por el grupo gobernante. Situación que permitió dar un voto de credibilidad a la información y a los mensajes que circulaban en las redes sociales. Así como la existencia de un sentimiento oculto que era imposible medir en las encuestas. Que avizoraron en cada caso un resultado distinto al que se concretó en las urnas.
Posverdad
El manejo de la llamada posverdad, ese momento en el que los hechos objetivos pierden relevancia ante el manejo comunicacional y emotivo que entrelaza información con creencias personales, y que vimos en los dos casos mencionados, será estratégico. Esto en el proceso electoral de este año en nuestro país. Y jugará un papel central en las campañas electorales, ante la ausencia de las estrategias tradicionales de comunicación que ha impuesto la contingencia sanitaria.
Y es que la difusión de noticias falsas en México se ha convertido en una vertiente estratégica de comunicación durante la pandemia. Un estudio reciente realizado por la UNAM, denominado Radiografía Sobre La Difusión De Fake News En México, demostró que nuestro país es el segundo del mundo, apenas superado por Turquía, en el manejo en redes sociales de las llamadas fake news. Tan sólo Facebook tiene 82 millones de usuarios en el país. Y un 70 por ciento de los encuestados declaró haber recibido este tipo de información durante la contingencia sanitaria actual.
Por ello es que la regulación de las redes sociales es una necesidad imperiosa, una razón de Estado. Si es que no se quiere llegar al exceso de que su influencia supere a los poderes institucionalmente establecidos. Mientras esto ocurre, serán un actor que incida en el proceso electoral de este año y en otras determinaciones a nivel global. Con el riesgo de que, detrás de su juego, se encuentre una agenda oculta, poco transparente y quizá no del lado de las mayorías.
La Escritura Tangible de la Memoria