Por J. J. Ventura
Para decirlo con un ejemplo rápido: estoy viendo un paisaje en perspectiva que fue pintado por Donna Evangelina. Antes de pasar a su diestra voluntad por pintar paisajes quiero recordar que vive en Atemajac del Valle (donde los vecinos se conocen por el nombre y no por el pecado) y este lugar se sitúa en el Eje Neovolcánico en donde se fundó la ciudad de Guadalajara en el siglo XVI. Esta palabra significa Piedra que bifurca el agua o lugar donde el agua se bifurca y proviene de la palabra náhuatl Atemaxaque, la cual se desprende de las raíces alt, tetl y maxatli. En la actualidad, hay que reconocer, la franja del valle ya está urbanizada y forma parte de la zona metropolitana de la ciudad de Guadalajara y antiguamente el río san Juan de Dios, atravesaba la parte central de la actual mancha urbana, corriendo desde el parque Agua Azul y desembocando en la barranca de Huentitán.
Así que Donna Evangelina con su mano poderosa esboza como parte de su creatividad tres momentos que buscan hacer manifiesta la imagen lograda. En la primera es apasionada la figura de sueños; en la segunda se aprecia como va perfeccionando el entorno; para la tercera ya es una imagen definida por los detalles finales y se refleja la estampa de sueños y registra el conjunto de escenarios.
Todo conectando por las dimensiones o revelación de los sueños que la van inspirando. Así, el tercer momento, es el que evoluciona como punto final de una obra construida por el paisaje y estos permiten atrapar su entorno con la naturaleza, es visible el río, el par de casas y una serie de elementos adicionales, hasta emotivos, como apreciar el arco hasta el fondo, reconocer el cauce del río y el juego de las olas de agua. Por eso, hay que ir al encuentro de la línea delicada y delgada para atrapar la realidad de contornos, por la forma, para precisar colores; el contraste con el color que fija su dimensión y exhala la presencia por el par de árboles y por las casas de inspiración rural y sus caídas de agua para percibir la lluvia; la imagen del río y el escenario frondoso del arco que insisto es único para terminar de destacar la zona urbana e interna de la ciudad dentro de la ciudad metropolitana de Guadalajara.
Como si esto fuera vivir en la lejanía, con el enganche de la palabra y aclarar es un pueblo donde las calles están adoquinadas y las casas tienen las puertas abiertas, los vecinos platican mientras barren las banquetas y los perros están echados, esperando que una mosca se les pare en el pelaje y porque sólo a pie se puede escuchar parte de la historia de este pueblo embebido en la gran ciudad de Guadalajara, como ya lo han señalado crónicas de éste en otro momento.
Así, regresando al paisaje que Dona Evangelina pinta y evoluciona, pues ella deja percibir el recuadro como parte de un ejercicio de admiración: dibuja y pinta para ir al escenario de paisajes que se vuelven comunes; lo enriquece, lo vuelve parte entrañable al registrar detalles y colores, la composición final, un eco que perdura por todo lo anterior.
La ruta del paisaje en este cuadro finalmente es terminar por situar el escenario y la que determina por su logro artístico: están presentes un par de casas del lado derecho, un puente en forma de arco con el río que corre, más acá, por la izquierda, los dos árboles que se transforman y permanecen para los sueños y destacar la naturaleza por los contrastes cambiantes. Es inequívoca esa parte del escenario de la lejana de la ciudad. Decir, por ejemplo, que entraña algo mítico: anclado todo en el interior de una zona urbana pero dentro de ésta esos paisajes visibles. La estación cambia, mantiene el mismo paisaje, el recuadro de lo verde y sucede a la manera del Canto jondo de la poesía de Federico García Lorca; un coqueteo por la vida y tomado de lo cotidiana; el ingrediente de colores fuertes y por un momento todo es revelador. Al final, sucede una identidad que suma el sueño, concreta la música, sucede la sombra entre los árboles frondosos y las mismas olas del río que aspira a la imagen cristalina, como si fuera un encuentro de detalles, pero cargados a la izquierda, e inspira y sucede todo lo demás por su condición de sombras.
Sin embargo, para la ocasión del tiempo el detalle de la firma está visible para resaltar don particular y no es otra que la que le permite acentuar la manera de inspiración y reconocer el eco de su nombre: percibir esa huella como se puede leer y retumba para el italiano: Donna Evangelina. Es autora del boceto, y decir que alcanza su nombre por el trazo de los paisajes ante la realidad de la naturaleza: el río y sus aguas, las casas con sus dos caídas de agua, en lo alto sucede la caída frondosa o a ras de tierra de las olas que corren, al fondo, el puente sincroniza el arco imponente que quiero crecer como los sueños, por lo mismo, su firma enlaza la realidad cotidiana.
León. 16 de marzo del 2023.
JOSÉ JUAN VENTURA (J. J. Ventura.) nació en León, Guanajuato (17 de abril 1979). Estudio derecho en la Universidad de Guanajuato (trunca). Poeta y periodista cultural. Ha publicado reseñas tanto de literatura como artes plásticas en periódicos de circulación estatal y ediciones digitales. La mayor parte de su obra está inédita y práctica con regularidad el género epistolar. Autor del prólogo de la novela Seda. Memorias eróticas de Lina Buzarán en proceso de publicar por ediciones & huracán del poeta radicado en el bajío guanajuatense Álvaro de Palma-Garcidueñas, y está incluido por Miguel Cansino Assens en la antología de poesía Los horizontes de la intimidad (ediciones & huracán, 2021). Tiene inédito el libro El doble arco de la belleza y de la rebeldía (prosa y verso).