por Enrique Cervantes Ponce
En los últimos dos años, desde el púlpito presidencial, Andrés Manuel ha fomentado la división y la polarización social. Y es que para el presidente no sólo existe el pueblo bueno, que en sus discursos suele defender, sino también un pueblo malo. En dónde ha englobado a todos aquellos que no opinan como él.
De esta manera, e incapaz de construir un gobierno para todos y no sólo para los que no le dejan de aplaudir, el Ejecutivo Nacional se ha encargado de confrontar a la población entre conservadores y liberales. Entre los que se definen de derecha y aquellos que defienden su lucha desde la izquierda. Entre los que ha llamado fifís y aquellos que a López Obrador le dicen a todo que sí.
Esto, lamentablemente, ha tenido como consecuencias la nula aceptación de las diferencias, la poca tolerancia a la pluralidad de ideas, ver al que piensa contrario como adversario e incluso, llevándolo a un extremo, a desearle el mal a la figura presidencial la semana pasada. Esto cuando salió a anunciar que su salud, a causa del Covid-19, se complicaba.
Sin embargo, más allá de las discrepancias políticas o ideológicas propias de cada sociedad democrática, sin importar si se es parte de lo que han denominado el “PRIAN”, o de la mafia del poder que no está desterrada, sino que desde Palacio Nacional aún despacha, si son AMLOvers u opositores, neoporfiristas o chairos. Lo que no se debe de olvidar es que la unión se encuentra en el ser mexicanos y, sobretodo, seres humanos.
Poca empatía y sensibilidad
Así, desearle un escenario fatalista al presidente, no solo evidencia el desconocimiento de la grave crisis nacional que generaría la ausencia del primer mandatario. Quien además ha concentrado todo el poder en él. Sino que también demuestra poca empatía y sensibilidad que como personas nos debe caracterizar.
Sin embargo, el deseo, además de esperar su pronta recuperación, es que regrese con una mentalidad menos ocurrente. Con una responsabilidad más recurrente. Y cambie la estrategia contra la pandemia de manera urgente. Porque por más domada que diga que se tiene la contingencia, a pesar de que diga que le cayó como anillo al dedo a una “transformación”. La cual, según él, ya no se detiene. O haya llegado a aseverar que México no ha sido tan golpeado como en otros países del continente, la realidad es distinta.
Con más de 160 mil muertes confirmadas y 1,869,708 casos positivos, el país se ha convertido en el tercero más letal a nivel mundial. Y aún así el gobierno federal apenas está por considerar recomendar el uso del cubrebocas.
No puede ocultar
Por eso, más allá del presidente salir y decir que está bien, ojalá pronto se dé cuenta que hay mexicanos que no tiene una cama de hospital a la cual recurrir. Que por más que sus seguidores impulsen un hashtag con la frase fuerza presidente, la fuerza es la que necesitan millones de mexicanos para poder seguir. Que el eslogan AMLO más fuerte que nunca no puede ocultar una economía que se desploma, una seguridad que se desmorona y la ilusión de un sistema de salud como el de Dinamarca que se erosiona.
Ojalá que a su regreso, López Obrador haya por fin aprendido que esto no es un juego. Y se tome la responsabilidad de gobernar más en serio. Pronta recuperación… Del rumbo, presidente.
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