Palimpsesto

La mujer dormida, después de un prolongado, accidentado, arduo parto, ha dado a luz. Después de vencer la complicada y persistente adversidad, la madre y el hijo han quedado exhaustos, débiles, exangües.

Requieren se les prodiguen cuidados extremos para su recuperación y fortalecimiento. Será trabajo de todos proteger lo que ayer nació.

Muchos pensamos que moriríamos sin atestiguar lo que ayer nuestros ojos vieron y lo que nuestros oídos escucharon: Un hombre que sentimos representa a la mayoría de los mexicanos y quita el velo de nuestros ojos y hace el recuento de los últimos 36 años: Un país devastado, desmantelado, expoliado, endeudado, robado…

La riqueza de nuestra nación ha sido explotada, rematada, exportada y concentrada en pocas manos. Pero el país, la nación, no es solo una geografía, unos límites, un territorio y sus diezmadas riquezas; no: el país somos quienes lo habitamos.

No entender la dimensión de lo que ha pasado en estos últimos meses significa perder la memoria histórica y sin ella no hay brújula que nos oriente.

Estaríamos en el centro de un laberinto sin referencias y ciegos. Por eso la nómina de saldos del neoliberalismo —impuesto tímidamente en 1982 y a rajatabla desde 1988 hasta nuestros días— expuesto por el presidente Andrés Manuel López Obrador, muestra la magnitud del daño que se nos ha causado al amparo de la más rapaz y cínica corrupción y, sin ánimo de venganza pero sí de justicia, exigimos que no quede impune. Hay todo por hacer y, los mexicanos ante la adversidad, somos invencibles. Lo dijo un japonés, creo, cuando vio a los mexicanos espulgar con las manos desnudas los edificios derrumbados por el terremoto y la corrupción: “Si ustedes quisieran serían el mejor país de mundo”. Y expresaron: “En Japón vivimos constantemente bajo el riesgo de terremotos y otros desastres naturales, lo que nos ha llevado a desarrollar una mentalidad similar a la que ha demostrado el pueblo de México ante las adversidades.

Es por eso nuestro reconocimiento a todos ustedes que han encarnado tan correctamente las siete virtudes del código Bushido: integridad, respeto, coraje, honor, compasión, honestidad y lealtad”, dijo.