Morelia: Bicentenaria

Por Rafael Calderón

Ya lo dijo el poeta mexicano José Emilio Pacheco que escribir es el cuento de nunca acabar y en realidad todo ya está escrito y lo que hacemos es reescribir los mismos temas y los vamos reiterando a lo largo de la vida. Así que al aproximarnos a un tema apasionante y delicado y de ruptura por el encuentro y desencuentro que sucede con la ciudad de Morelia que sigue siendo un enigma y entusiasma para descubrir y volver una y otra vez a su historia. Por eso, creo, abordarla es un deleite y ciertas fechas detonan el punto de encuentro con su historia cultural y artística. La ciudad de Morelia, capital del Estado de Michoacán, cuenta con una historia que aproxima al medio milenio: tomando en cuenta que la ciudad es fundada el 18 de mayo de 1541. Pues hay que recordar una vez más que la ciudad finalmente fue bautizada con el castizo nombre de Valladolid y lo conservó hasta que consumada la Independencia, el segundo Congreso Constitucional decretó el 12 de septiembre de 1828, que la ciudad cambiará el nombre de Valladolid por el de Morelia, en honor a su hijo benemérito, el Generalísimo don José María Morelos. Por su tradición histórica y cultural y artística es de interés público rendirle homenaje, así como ir al encuentro de ciertos espacios emblemáticos y conocer sus edificios y plazas o reconocerla por lo que escritores han publicado de su belleza artística.

En ese orden, ahora, quiero recordar que hace cincuenta años se publicó Rincones de Morelia (1974) con un estudio preliminar de Porfirio Martínez Peñaloza, una guía de textos para conocer la ciudad de Guadalupe Espino y una serie de viñetas que se reproducen a lo largo de las páginas de Francisco Rodríguez Oñate; ésta inaugura la colección “Policromía Michoacana” y su hechura refleja en los hechos la voluntad por conservar el estudio y difusión de las artes y de todas las artes en la ciudad de Morelia.

Se puede pasar la mirada por las páginas de Rincones de Morelia y realizar un recorrido de gran belleza poética: inicia donde se puede considerar como tema como vigente la ciudad y pasar por su panorámica y seguir la senda por el Jardín de las Rosas, el edificio del templo de Las Rosas y el Conservatorio; girar hacia el edificio que hace años fue sede de la Rectoría de la Universidad Michoacana (hoy día en el abandonó como efecto de administraciones neoliberales y fallidas que ha imperado en la Universidad); le sigue el Palacio Clavijero, la Biblioteca Publica Universitaria, que anteriormente se conocía como La Compañía y, donde es ahora el Paseo Nicolaita abarcando la zona emblemático de la comunidad universitaria con el enorme jardín extendido entre la calle de Nigromante, la Av. Madero y la calle Rayón; justamente, en el otro lado, el Colegio de San Nicolás: el edificio que alberga el corazón universitario y, enfrente, la Av. Madero, imponente, el Centro Cultural Universitario. Para recordar una vez más que ciertas casonas del centro histórico son una huella de perdurabilidad de lo que a lo largo del tiempo ha sido la ciudad para sus habitantes: la Casona de Terraza barroca situada en la calle de Galena y entre Madero y Allende. Imposible dejar en el olvido esa serie de casas de gran impacto arquitectónico para conocer y recorrerla; asimismo, el templo de la Merced, el Palacio Municipal, el Museo Michoacano y el que fuera Palacio de Justicia, o ir a la Antigua Alhóndiga; la Plaza de San Agustín y sus edificios, e ir cambiando rumbo, llegar a la Casa Natal de Morelos o la Casa de Morelos, para hacer un alto en su historia y suceda el encuentro entre ciudadanos y los estudiantes con estos lugares; sigue la Plaza de Capuchinas, San Francisco; seguir hacia el tempo de Las Monjas y en el edificio el Palacio Federal, donde igualmente están Correos de México y la Librería del FCE “Luis González y González”; imponente como único sigue siendo el Acueducto; la estancia de la Plaza Morelos, donde se levanta imponente el Monumento a José María Morelos; la Calzada y el Santuario o, regresar a San José y el Carmen. Imponente el Palacio de Gobierno, seguir, hasta Bellas Artes o regresar al edificio del Hotel de la Soledad. Por último, siempre con el corazón puesto como ejemplo del primer plano de la conciencia histórica, por su monumental construcción y tesoro artístico, se encuentra la Catedral que se yergue altiva y majestuosa; la misma a la que le han sabido cantar y cantar en verso y con el lenguaje de la poesía autores de larga pasión poética como Manuel Ponce: “Música de la piedra más baldía/ espiga su creciente partitura,/ y música del cielo la más pura/ en la piedra sus módulos enfría.// Sismo de tierra, sube a melodía;/ aura de cimas, cola la llanura;/ y se respira tal arquitectura/ como resuena tanta maestría.// Todas las liras en el aire tenso/ repercuten al son apasionado;/ el clamor de los hombres en ascenso/ penitencial, redunda en su costado;/ y permaneces, contrapunto inmenso..”.

Por fortuna, la ciudad de Morelia sobrevive a limitaciones de gobernantes en turno y generaciones de la clase política que llegado al cabildo y la administración pública terminan sin pena ni gloria y se encuentran en el olvido, pero de la ciudad la historia cultural y artística es la que perdura y sobrevive. Así que mejor será anotar que hay obras de gran relevancia para conocer el recorrido de la ciudad y en ese orden ir descubriendo la bibliografía que se ha publicado, existen algunas obras publicadas en el pasado y en el pasado inmediato y resultan necesarias al intentar conocer o saber más de lo que encierran estos ya casi 500 años de su historia. Como ir, por ejemplo, a la obra Los orígenes de Morelia: Guayangareo-Valladolid de Carlos Herrejón Peredo, creo, es la biografía más completa escrita sobre la ciudad y la que narra los trabajos y los días de su construcción; otras obras en torno a la ciudad secundan maravillas de elogio y pasión ante su presencia y páginas fundamentales para el siglo veintiuno: Morelia. 25 años de ser Patrimonio mundial (2016), en el prefacio señala Herrejón Peredo: “De difíciles comienzos, a partir del 18 de mayo de 1541 tuvo cuatro títulos sucesivos antes de cumplir los 40 años de vida: Nueva Ciudad de Michoacán, Pueblo de Guayangareo, Ciudad de Guayangareo y, por fin, a partir de 1578, Ciudad de Valladolid [hasta 1828 y desde entonces vigente el de Morelia]”, coordinada por María Antonieta Jiménez Izarraraz y Yaminel Bernal Astorga; Deber de plenitud. La Universidad Michoacana y la Ciudad de Morelia 1917-2017 (2018), coordinada por Gerardo Sánchez Díaz, Rafael Calderón y Osvaldo Ruiz Ramírez en donde por primera vez se editan para la ciudad las Tesis Filosóficas de José María Morelos que estaba perdidas, pero fueron encontradas en 2013 por el investigador del Colegio de Jalisco Jaime Olveda, y terminar por señalar que esta obra recupera el sentir elevado y la huella perdurable y refrendada por sus páginas que, en realidad, Morelia es la república de las letras y de las artes.

En el pasado inmediato grandes literatos han exaltado la ciudad con vehemencia, imagen pulcra, pero haciendo gala de un lenguaje apasionado, como sucedió en sus días por el chileno Pablo Neruda o el escritor mexicano Alfonso Reyes; así como por la larga lista de poetas del exilio español que la visitaron o se quedaron por temporadas cortas y largas impartiendo cátedra en el Colegio de San Nicolás. Martínez Peñaloza, por ejemplo, acertadamente escribió: “hermosura y nobleza presidieron el nacimiento de Valladolid de Michoacán”. En tiempos recientes, han escrito de la ciudad, para leerla en este siglo con elegancia y magisterio poetas como Marco Antonio Campos quien escribió lucidamente: “ciudad hospitalaria, Morelia no es sólo una de las villas más hermosas del país, sino en lo que va del milenio, lugar ideal para poetas artistas y artesanos. Ningún encuentro de poetas de alto nivel ha durado tanto en una ciudad mexicana como el Encuentro de Poetas del Mundo Latino y ninguno ha merecido tan permanente respuesta del público. Se suele decir, no sé si con razón, que desde hace tiempo hay más escuchas de poesía que lectores; si es así, desde 2002 el Encuentro en Morelia, como los tres anteriores en Oaxaca, sería una viva demostración” y, podríamos seguir la senda para recuperar la presencia en esta ciudad de poetas como Octavio Paz, Efraín Huerta, José Revueltas y José Emilio Pacheco al ser invitados a visitar Morelia por el grupo Pireni que integran José Mendoza Lara, Gaspar Aguilera Díaz y Fernando Ramírez Aguilar.

En tiempos recientes, por ejemplo, el poeta español de renombre en la poesía española Luis García Montero, con motivos de diferentes visitas a la ciudad, ya sea leyendo sus poemas en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino o recorriendo la ciudad en solitario para llegar hasta el Internado España, por esas estancias o caminatas, escribió un poema de homenaje a la ciudad y lo dio a conocer, mismo que se ha difundo tanto en la ciudad como en España y su lectura es un gran elogio de la poesía escrita a la ciudad por poetas extranjeros. Simplemente la lectura del poema de García Montero es obligada.

Así que, por lo pronto, hay que reconocer de la ciudad por Rincones de Morelia o tener presente la labor de ilustres estudiosos: Porfirio Martínez Peñaloza, Guadalupe Espino y Francisco Rodríguez Oñate y extender el deleite por las obras que salieron de Fimax Publicistas para observar el significado tan alto de la colección Policromía Michoacana ideada por los maestros tipógrafos Fidel Ramírez Aguirre y Salvador Ramírez Lara y ver la ciudad y volver a decir que Morelia es hermosa y legible su belleza artística desde cualquiera de estas páginas.