La disputa de ‘El Mencho’ y ‘El Abuelo’ tiene una historia… aquí te la contamos

Cárteles
"El Mencho" y "El Abuelo", una historia común.

Con la autorización del escritor J. Jesús Lemus (Los Malditos, Cara de Diablo, El agua o la vida, et. al.) se reproduce el siguiente texto de su autoría y que por su relevancia en el contexto actual de Michoacán, Alternauta.MX lo reproduce con permiso del autor.

La violencia que no ha cesado en Michoacán –pese a los esfuerzos del gobierno de Silvano Aureoles Conejo por ocultar la realidad– y que este fin de semana volvió a asomar su rostro con la ejecución de 26 personas en distintos enfrentamientos, no tiene una causa inmediata, se remonta al añejo conflicto personal que mantienen Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”, y Juan José Álvarez Farías, El Abuelo”.

“El Mencho”, ahora convertido en jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), ha comenzado una cacería contra “El Abuelo”, su antiguo socio dentro del cártel de Los Valencia, para arrebatarle el control de los grupos de autodefensa en la zona de Tepalcatepec, uno de los puntos más importantes en la costa del Pacifico mexicano, por donde ingresa la cocaína que llega desde Colombia.

Hay que recordar que hasta hace dos años, El Mencho y El Abuelo aun eran socios: El Mencho financiaba el equipamiento y movilización de los grupos de autodefensa de ‘El Abuelo’, los que estaban declarados en una guerra abierta contra los cárteles de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, principales enemigos del CJNG en la disputa de las rutas del narcotráfico en Michoacán.

El rompimiento entre “El Mencho” y “El Abuelo”, según fuentes de inteligencia militar, se dio en el mes de junio del 2017 cuando los grupos de autodefensa de Juan José Farías Álvarez, “El Abuelo”, estimados en por lo menos 2 mil hombres agrupados en siete células de autodefensa, decidieron una alianza con el cártel de Los Viagra, que encabeza Nicolás Sierra Santana, “El Gordo”.

Aquí el texto original del escritor J. Jesús Lemus.

El pacto entre “El Gordo” y “El Abuelo”, con lo que se fusionaron los siete grupos de autodefensa con el cártel de Los Viagra, fue planteado con la intención no solo de crear un cártel independiente que dominara todo el territorio de Michoacán, sino con la finalidad de frenar la expansión del CJNG hacía la zona de Tierra Caliente, donde se encuentra el epicentro en la producción de drogas sintéticas.

El alejamiento de “El Abuelo” Álvarez Farías del CJNG fue lo que llevó a Nemesio Oseguera a decretar una recompensa por la cabeza de este; ofreció, mediante una comunicado difundido a través de WhatsApp, la cantidad de 3 millones de pesos a quien ejecute a “El Abuelo”, ofreciendo también apoyo logístico y de armamento a los grupos de civiles que decidieran ir por la caza de su anterior socio.

‘El Mecho’ y ‘El Abuelo’, una historia en común

Antes de ser enemigos, “El Mencho” y “El Abuelo” fueron socios. Su historia se remonta a los inicios del narcotráfico en Michoacán. A finales de la década de 1980, aun con la presencia del cártel de Sinaloa en Michoacán con “El Cochiloco”, que recibía la cocaína que llegaba de Colombia, y la familia Valencia suministrándoles mariguana y amapola, surgió otro grupo que se sumó al “minicártel” de Tito Chávez: la familia de Nemesio Oseguera Cervantes, quien más tarde, al lado de sus cuñados los González Valencia, Los Cuinis, fundaría el Cártel Jalisco Nueva Generación.

Desde su aparición, las familias en torno a “El Mencho” mantuvieron una confrontación directa con la familia Valencia, a la que se negaban a vender sus cosechas, de las que era el principal cuidador el propio Juan José Álvarez Farías, “El Abuelo”. Ya para principios de 1990 Nemesio y su grupo controlaban el trasiego de droga en la zona de Coalcomán y Tepalcatepec con el apoyo de “El Abuelo”. A este grupo pronto se les conoció también como el grupo de los Treinta, porque inicialmente fueron treinta los jóvenes que “El Abuelo” reclutó entre todas las familias de esas poblaciones para vigilar y resguardar los cultivos de mariguana.

El grupo de los Treinta pronto se convirtió en una banda de sicarios que azotó la zona de Apatzingán en la cacería de los integrantes de la familia Valencia, que seguía en expansión y que se enfrentó en una guerra declarada contra el grupo de Nemesio Oseguera, donde la lealtad de “El Abuelo” siempre fue reconocida.

Así quedó definida la narcogeografía del estado de Michoacán: el puerto lo controlaba Manuel Salcido Uzeta, “El Cochiloco”, del cártel de Sinaloa, al servicio del entonces cártel de Pablo Escobar; la familia Valencia mantenía el control de los municipios de Uruapan, Churumuco, Coahuayana y Arteaga y gran parte del corredor de la costa michoacana. Las familias de Tito Chávez, José Luis Mendoza y José González (donde ya estaba incluido Nemesio Oseguera), que siguieron suministrando mariguana al cártel de Guadalajara, se replegaron hacia los municipios de Buenavista, Tepalcatepec, Tomatlán y Apatzingán.

La derrama económica del narcotráfico comenzó a notarse. A principios de 1979, la Federación reconoció el trasiego de droga en la entidad y diseñó un operativo para el desmantelamiento de las redes del narcotráfico; el procurador del presidente José López Portillo, Óscar Flores Sánchez, trazó un programa emergente para su combate. Una primera incursión de elementos de la PGR dejó como saldo la detención de 26 personas por delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes, entre ellas ‘El Abuelo’, quien fue apoyado jurídicamente para salir de prisión por Nemesio Oseguera.

La Federación repitió la medida —de impacto mediático— a principios de 1989, cuando el procurador del presidente Carlos Salinas de Gortari, Enrique Álvarez del Castillo, consiguió una nueva andanada de detenciones, las que combatió El Abuelo en defensa de los intereses de El Mencho. En ese periodo el número de michoacanos detenidos acusados de narcotráfico llegó a 574, y fue la base del discurso oficial durante varias semanas.

Enrique Álvarez del Castillo fue acusado después de estar directamente involucrado en el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar; además, se le vinculó a una red de políticos jaliscienses que cobijaron en algún momento de su gestión pública a miembros del Cártel de Guadalajara, de los que fueron vecinos en lujosos cotos de la capital de Jalisco.

Fueron tejiendo en ese estado una red política de protección a este cártel, entre otros, Flavio Romero de Velasco, Carlos Rivera Aceves y Enrique Álvarez del Castillo. Se les señaló por lo menos de haber convivido con Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca y permitir sus actividades; estos últimos también se avecindaron en Michoacán.

“El Chapo” Guzmán y Amado Carrillo Fuentes, con el apoyo de “El Mencho” y “El Abuelo” se establecieron en forma permanente en el municipio de Coahuayana, en tanto que Félix Gallardo y Ernesto Fonseca se asentaron en una propiedad denominada La Tupitina, en la comunidad de San Juan de Alima. El rancho era propiedad de Mamés Eusebio Velázquez Mora, quien fuera alcalde de Aquila, y padrino político de “El Abuelo”; el predio La Tupitina fue incautado por la PGR y posteriormente convertido en la sede de la 10ª Zona Naval de la Marina.

En tanto se daba el asentamiento del Cártel de Sinaloa en la zona costera de Michoacán —la que siempre fue atractiva tanto para recibir cocaína de Colombia como para enviar droga por el Pacífico hacia Sinaloa y Baja california—, un nuevo grupo se hizo presente en el estado, atraído por la calidad de la mariguana y la amapola que crecen casi en forma natural en la zona serrana entre la costa y la Tierra Caliente.

El cártel del Golfo comenzó a maniobrar para adentrarse en las estructuras de los “minicárteles”. Aun cuando la presencia de este cártel se registra claramente a mediados de la década de 1980, desde el decenio anterior ya un norteño comenzaba a traficar con mariguana de Michoacán para enviarla a Tamaulipas: Chito Cano, un regiomontano que, financiado por Juan Nepomuceno Guerra, suministraba armas desde la frontera norte a la guerrilla encabezada por Lucio cabañas en Guerrero, y fue el primero en enviar cargamentos.

Chito Cano tuvo contacto en Michoacán con los hijos y sobrinos de Gervasio Valencia, entre ellos “El Mencho” y el propio “Abuelo”, con quienes estableció las primeras compras de la yerba. Cuando Juan García Abrego tomó el control de la red de tráfico de drogas en Tamaulipas que organizara Juan Nepomuceno Guerra, Chito Cano comenzó a trabajar para el naciente Cártel del Golfo haciendo envíos constantes de mariguana y amapola por conducto de las líneas comerciales de camiones de carga.

Aliado con Los Valencia, organizó con ellos persecuciones directas contra las otras familias dedicadas al cultivo y venta de mariguana en Michoacán; al vincularlos con el Cártel del Golfo, se dejaron de mandar cosechas de mariguana hacia el estado de Sinaloa. La familia Valencia observó la posibilidad, en aras de una mayor utilidad económica, de introducir directamente la droga a Estados Unidos a través de la frontera de Tamaulipas, que era ya territorio del Cártel del Golfo.

Chito Cano medió con los mandos del cártel y organizó una reunión en Morelia entre Juan García Abrego y Armando Cornelio Valencia: allí diseñaron una estrategia común para el trasiego de droga desde Michoacán hacia el estado de Texas. A Chito se le atribuye haber abierto la ruta de drogas desde los estados del sur mexicano hacia Estados Unidos, donde tuvieron participación “El Mencho” y “El Abuelo”.

En ese encuentro también estuvo presente Guillermo González Calderoni, comandante de la entonces Policía Judicial Federal (PJF), y se formalizó la alianza entre Los Valencia y el Cártel del Golfo. Se supo después que García Abrego acudió acompañado del que sería su sucesor, Óscar Malherbe de León. Llegaron a un acuerdo: Los Valencia tendrían acceso a la frontera tamaulipeca si el Cártel del Golfo podía tener presencia en el puerto de Lázaro cárdenas.

En muestra de buena fe por la alianza pactada, García Abrego mandó un ejército de exmilitares para apoyar las actividades de Los Valencia para conseguir el control de Michoacán, entre ellas mantener a raya a las familias que formaban el grupo de Tito Chávez; iban comandados por Arturo Guzmán Decena. La presencia del Z-1 en Michoacán fue sanguinaria: trató a la población civil como un objetivo a conquistar mediante el terror. Sus combatientes pronto aprendieron la técnica psicológica del miedo y comenzaron a identificarse en la zona con la clave Z.

Arturo Guzmán Decena, que pasó al crimen organizado tras pertenecer a la PJF, y con formación militar en el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), siguió utilizando el lenguaje policial: los Z o Zetas eran los militares dentro de la PGR con funciones de policía, designados jefes de grupo; los M o Metros eran los militares designados agentes policiacos; los X o Equis eran los comandantes, y los Y o Yanquis eran los delegados en el estado.

A finales de la década de 1990, la disputa por el puerto de Lázaro cárdenas no era ni remotamente entre los “minicárteles” de Michoacán, y tampoco eran los cárteles de Sinaloa y del Golfo quienes estaban dejando el reguero de sangre: los verdaderamente interesados en la ruta del narcotráfico que significaba el punto eran los cárteles de Cali y Medellín, que utilizaron a los dos principales cárteles mexicanos como sus brazos armados para ganar la entrada al norte del continente.

Para contrarrestar la sanguinaria acción de los Zetas, el cártel del Milenio pactó con la familia de Nemesio Oseguera a fin de alcanzar un periodo de paz, esta negociación se llevó a cabo con la participación de “El Abuelo”. Como parte de ese armisticio, “El Mencho” puso a las órdenes del cártel al legendario grupo de los Treinta, encabezado por “El Abuelo”, a fin de encarar a los Zetas; los Valencia reconocieron que con esos sicarios no era suficiente y optaron por contratar a ex militares guatemaltecos: las primeras incursiones de los Kaibiles en Michoacán se registraron hacia 2002.

A partir de ese año, “El Abuelo” comenzó a tener una mayor relevancia, no solo como líder de los grupos del narco, sino como político, lo que hizo que fuera considerado por “El Mencho”, para orquestar su plan de autodefensas civiles para frenar a carteles contrarios, haciendo que “El Abuelo” fuera promotor de la iniciativa de los autodefensas que después abanderó el doctor Mireles.

Todo el financiamiento que recibieron los grupos de autodefensa que encabezó Mireles Valverde fluyó desde el CJNG a través de “El Abuelo”, garantizando así que la revuelta social estuviera del lado del cártel de “El Mencho”, hasta que “El Abuelo” decidió dejar la relación con el CJNG para formar su propia organización del trasiego de drogas, ahora al lado del Cártel de Los Viagra.