Por Héctor Tenorio
Los distintos grupos que componen Morena van juntos pero hacen que no sea posible la unidad. Se ven como contrincantes que deben impedir el avance del otro, buscando reducirlo a su mínima expresión.
La intolerancia a la diferencia es un mal endémico en la izquierda: es su peor rostro y lo muestran hacia la militancia. La disciplina está por encima de la capacidad individual.
A pesar de este mal clima, el nombramiento de Alfredo Ramírez Bedolla como candidato a la gubernatura michoacana ha logrado frenar la desbandada silenciosa que se venía dando en el partido guinda. La cual fue encabezada por morenistas molestos ante las irregularidades del proceso de selección de sus candidatos.
El jueves 29, cuando se dio el anuncio que Alfredo Ramírez Bedolla sería el abanderado de su partido en vez de Raúl Morón, provocó muchas emociones encontradas. Así, en el evento el elegido fue arropado por sus ex compañeros de bancada en el Congreso del Estado. Y al otro día desayunó con ellos y les pidió que se fueran a sus Distritos para trabajar en su campaña.
En la tarde recibió a Juan Pérez y a los representantes de la Asamblea Estatal de Bases Morenistas. Quienes habían cuestionado la candidatura de Raúl Morón.
El domingo 2 de mayo, en su inicio de campaña, estuvieron reunidos la mayoría de los grupos que componen a Morena. Aunque existieron agresiones verbales que no pasaron a mayores.
Es entendible que al equipo de Raúl Morón le cueste trabajo aceptar el hecho de que su sueño de gobernar Michoacán tendrá que esperar al menos seis años. Quizá Ramírez Bedolla no sane las heridas al interior de Morena, pero al menos hace que la mayoría de los morenistas trabajen a favor de él. Aunque lo hagan de manera separada. Ya veremos el resultado.