Por Pequeño Saltamontes
Concluyó la elección judicial y, por primera vez en la historia de nuestro país, fueron electas (casi, pues) ministras, jueces y magistrados. Habrá quien cuestione el porcentaje de participación, el mecanismo o una infinidad de aspectos, pero lo cierto es que, se vea por donde se vea, fue un éxito. Y es que, si bien el porcentaje de participación es tema de debate, queda claro que la sociedad mexicana avanza hacia un sistema más democrático y más consciente (aunque se diga que se vota bajo protesta).
Este ejercicio tuvo un impacto positivo en las mentes políticas y también en las que se dicen no políticas, en la oposición, pero sobre todo dejó claro cuáles son los números del oficialismo. Según el porcentaje de participación, hay más de medio millón de michoacanas y michoacanos listos para lo que será la contienda local de 2027. A nivel nacional, también queda claro que son muchos millones los que respaldan el proyecto de la “T” y dan un espaldarazo a la aprobación de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y su Plan C.
Aún habrá que esperar los resultados para medir fuerzas políticas al interior del movimiento. Es decir, qué candidatos del Poder Judicial fueron mayormente respaldados por otras fuerzas políticas. Me atrevo a decir que fue un ejercicio directo para lo que será la contienda y un punto de quiebre para medir estructuras rumbo a las llamadas encuestas y la lucha por las candidaturas en diversos institutos políticos.
También se pone de manifiesto que la participación a favor de ministras, magistrados y jueces tuvo un porcentaje mucho mayor que la votación obtenida por algunos partidos políticos en elecciones pasadas, lo que indica cierta tendencia a favorecer al partido en el poder.
Lo cierto es que, una vez terminada la contienda judicial, cabe preguntarse: ¿cuál será ahora la estrategia de posicionamiento (la excusa, pues) para hacer precampaña y posicionarse como la mejor opción para las y los michoacanos? La ciudadanía está cada vez más atenta a la creatividad de los equipos mediáticos de los perfiles que han hecho ruido a lo largo del proceso electoral pasado, pero que poco han aportado en temas de relevancia cívica, legislativa o administrativa.
Y es que, siendo críticos de las situaciones que se han venido presentando, muchos de los llamados liderazgos que buscan candidaturas no se dan cuenta de que atraviesan un proceso de victimización: se disfrazan de víctimas (consciente o inconscientemente), simulando una agresión o menoscabo, y responsabilizan erróneamente al entorno o a los demás. En su retórica demagógica, buscan desprestigiar de forma falaz; descalifican al adversario con las mismas prácticas que dicen condenar, pero al sentirse señalados, adoptan el rol de víctimas. Ahora afirman que quien es más corrupto o ambicioso es quien tiene más prácticas del viejo régimen, y no quien tiene menos. Dicen que no se trata de estigmatizar a las personas, pero en los hechos, nada ha cambiado.
Si se trata de cambiar el viejo régimen y sus viejos hábitos, ¿cómo podría lograrse si se repiten las mismas acciones y comportamientos, con las mismas personas y las mismas prácticas? Se disfrazan de diplomáticos, mediadores u orientadores, pero su discurso es convenenciero. En el fondo, ¿acaso no es lo mismo juntarse con el gabinete de Calderón que con el de Silvano? ¿O es una comparación demasiado burda?
Por ahora, habrá que esperar más sobre el caminar de los perfiles rumbo al 2027. Sin embargo, debemos seguir observando y ser muy críticos respecto a quiénes encabezan estos ejercicios de posicionamiento. Han explorado muchos caminos para ser mediáticos y ganar seguidores, pero lo que no han hecho es convertirse en agentes de unidad, en verdaderos agentes de transformación desde sus espacios de trabajo, ya sea en el Ejecutivo o en el Legislativo. ¿Será que, otra vez, le toque a la sociedad michoacana elegir al menos malo o la menos mala?