por Omar Iniestra
Cuando se habla de jóvenes políticos la mayoría de las personas piensa en dos situaciones: la primera es de inexperiencia e irresponsabilidad juvenil. La otra es de jóvenes que buscan un empleo para poder hacerse de un nombre y de un capital monetario alto.
La verdad es que la mayoría de los jóvenes que estamos inmiscuidos en la política pensamos más en ella como una actividad que nos permite conocer los problemas de la sociedad. Y encontrar formas y estrategias para apoyar a la gente que más lo necesita. Esto es así porque tenemos la seguridad de que la desigualdad es un freno para el desarrollo de sociedades como la nuestra. Y la función del político es la de un gestor para la sociedad, saber definir dónde están los problemas sociales y atacarlos de una manera eficaz. Y sin provocar daño en el tejido social.
La participación de los jóvenes debe ser un factor por el que debemos apostar. Así, hay que trabajar con todos los jóvenes por un mismo proyecto que se llama México. Ya es tiempo de que los jóvenes hagamos historia. Porque si de algo estoy seguro, es que este es el tiempo para los jóvenes. Y debemos sobresalir sin irnos a la grilla, hacerlo mediante el trabajo que habla por sí solo.
Necesitamos más jóvenes que participen, capacitados para involucrarse en una confrontación de ideas y argumentos, que correspondan a sus convicciones y a la sensibilidad juvenil que deriva del trabajo de base. Y del conocimiento de los puntos finos de la realidad social, jóvenes con la visión innovadora. La cual es exigida por el siglo XXI, dispuestos a ocupar el lugar que su edad y su ideología definen para ellos entre las nuevas generaciones.
Ambiente de apatía
La actividad política de la juventud es compleja y se desarrolla mediante formas que generan un ambiente donde gobierna la apatía. Esto se hace más notorio y problemático a partir de las constantes críticas hacia lo público, lo estatal y lo institucional.
La exigencia de justicia y de equidad, el protagonismo juvenil de las redes sociales y la emergencia de profesionales en la tecnología de esparcir rumores y crear expectativa que solo se pueden cumplir en el ciberespacio, constituyen una nueva y compleja situación: desenmascarar a los revolucionarios virtuales que tiran la piedra y esconden el mouse, son tareas que las organizaciones políticas no pueden afrontar sin los jóvenes.
A esa participación debemos apostar. Y entender que sin ella, la apatía de que hemos hablado terminará por imponerse. A las soluciones manipuladoras (la calumnia), el argumento. A la manipulación, el debate informado. Es así como además crecerá la democracia de una manera mas equitativa.
El fetichismo de la libertad de prensa