El temach, la histriónicracia y los salvadores de esta época

Por Heriberto Mejía

No todos los héroes usan capa… Algunos solo cobran lo equivalente a varios meses de salario 🤑

Es irónico, y este tipo de “fenómenos” reflejan una realidad que a menudo pasa desapercibida en el mundo de los negocios, el coaching y el “emprendimiento”.

Muchas personas idolatran a figuras públicas, “gurús” o “mentores”, viéndolos como la solución a todos sus problemas. Sin embargo, detrás de ese discurso “motivador” y esas “promesas de transformación”, hay un negocio bien estructurado.

Estos “héroes” modernos no están necesariamente motivados por un deseo “altruista” de ayudar a los demás, sino que su principal objetivo es generar ingresos. Cobran sumas exorbitantes por sus cursos, conferencias o asesorías, a menudo sin garantizar resultados concretos.

A veces, me pregunto si sus seguidores realmente no se dan cuenta de que, antes de ser sus “mentores” o “la respuesta a todas sus preguntas” (o plegarias), son ante todo hombres y/o mujeres de negocios.

A veces pienso que, al pagar esas cantidades exorbitantes, viene implícita una fuerte sugestión sustentada en el narcisismo que los convence de que fue una “decisión acertada”, aunque en muchos casos ese juicio está muy alejado de la realidad. Un fenómeno que me parece interesante y preocupante a la vez. Quizá cuando alguien gasta una gran suma de dinero en este tipo de “inversiones en sí mismo” (una perspectiva que me parece muy inexacta y que es muy difundida por el sistema), entra en juego un mecanismo de ¿Autojustificación?. Porque nadie quiere admitir que gastó una fortuna en algo que no valió la pena, por lo que esos procesos de psicologización tienden a convencernos de que fue una “excelente decisión”, incluso cuando los resultados son mínimos o inexistentes.

A veces pienso que estos “mentores” suelen apelar al “ego” (un termino que detesto, pero me he resignado a utilizar para mejorar mi comunicación) de sus seguidores. Les venden la idea de que son parte de un “grupo selecto” (compa secretario de defensa; y lo escribo con minúsculas a propósito), de que tienen acceso a un “conocimiento exclusivo” que los eleva por encima de los demás. Lo que a mí parecer hace que esta sensación de pertenencia a una “élite” alimente un sentido narcisista que refuerza la creencia de que han tomado la “mejor decisión” (marketing para algunos). Sin embargo, en muchos casos, lo único que obtienen es una ilusión de progreso, un “espejismo” creado por palabras bonitas y promesas propulsadas en discursos histriónicos a manos de alguien que se autoproclama “experto”.

Aquí es donde aparece algo que yo denomino “histrionicracia”, un fenómeno que describe a aquellas personas que ostentan poder político, económico o una capacidad de influir en las masas, cuyo sustento principal son las actitudes o discursos “incendiarios”, escandalosos, exagerados y, en muchos casos, carentes de sustancialidad, ofreciendo soluciones simples a problemas complejos. Como ofrecer soluciones (o “echar culpas”) individuales a problemas estructurales. La histriónicracia no construye su “autoridad” sobre bases sólidas, sino que se apoyan en la espectacularidad, la provocación y la manipulación emocional.

La histriónicracia es especialmente peligrosa porque se alimenta de la polarización y el sensacionalismo. Estos líderes o figuras públicas (que cada vez son más frecuentes) saben que, en un mundo sobrecargado de información (la era de la “post verdad” para algunos), lo que capta la atención no son las ideas bien fundamentadas, sino los escándalos, las frases impactantes y los gestos teatrales. Y así es como construyen su “influencia” no a través de la razón, sino a través de la emoción desbordada, apelando a los miedos, los prejuicios, los deseos más primarios, o un sentido de “lógica” que predomina en las masas. Mientras mantienen a la audiencia entretenida con sus exabruptos o sus polémicas, desvían la atención de los verdaderos problemas o de su falta de soluciones concretas.

Y ya para finalizar, y retomando un último punto sobre aquel influencer de nombre “Temach” (a quien rebautizó como Traumach) me parece sumamente irónico aunque no exento de “irracionalidad” (si, lo escribí así para sonar más mamón), cómo él en algunos momentos y muchos de sus seguidores niegan aquellas disidencias como la transexualidad indicando que son “mujeres con pito”, por cuestiones como “negar su naturaleza” al someterse a una transición de sexo, pero al mismo tiempo fomentan de manera similar una “transición” de “macho beta” a “macho alfa”, un precepto que bajo está lógica sería “neutralizado” ¿No creen?.

De igual manera me parece sospechoso como suelen criticar los movimientos cómo el feminismo en general, y no solo la parte “woke”, a la que yo también critico y que proviene de las universidades y de intelectuales norteamericanos, pero al mismo tiempo fomenta la ideología de la “red pill” que también proviene de “intelectuales” norteamericanos lo que me parece sospechoso, pue provienen del mismo origen, ambas ideologías están a favor del capital (lo que es muy conveniente para el sistema económico) y que a mí parecer, más que fomentar una solución para una “sociedad corrompida”, son una especie de manual para disciplinar una ADAPTACIÓN a la misma.

(Si llego hasta este punto del escrito le agradezco la atención y le comparto que fue un poco difícil escribir esto, pues conforme avanzaba, cada vez podía ver más variables, y por eso se extendió y salta entre varias ideas que quizá posteriormente pueda profundizar en torno a la figura de influencers como el Traumach).

Que vuelva a dar vergüenza ser facho