Por Rafael Calderón
Hace tres años por la vía democrática que Andrés Manuel López Obrador tomó posesión como Presidente de México. Juró ante el Congreso de la Unión y en aquella celebré sesión ya histórica, el diputado de Morena Porfirio Muñoz Ledo, fue el encargado de entregarle la bando presidencial. Nada menos que el ideólogo de la democracia mexicana a partir del 1988 y que junto con Ifigenia Martínez y Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano abrieron puertas para la vía democrática que duró muchos años en consolidarse, pero el cambio, afortunadamente sucedió por la vía pacífica. Su posición políticos de izquierda se mantienen y de una u otra forma siguen contribuyendo a la gobernabilidad. Pero, sobre todo, lo trascendental está en la visión que de estadista ha tenido el Presidente de la República, para profundizar cambios tan radicales como necesarios y transformar el país. Un tema complejo como la corrupción, por ejemplo, ya es un delito grave para los servidores públicos de este país, y es un delito grave y sin derecho a fianza; el apoyo a los adultos mayores es ya una derecho universal consagrado en la Constitución (en dicha reforma la oposición voto en contra) y el salario mínimo tan mermado por la era neoliberal recupera terreno y su capacidad adquisitiva es infinitamente mayor al periodo neoliberal. Pero en el terreno económico, contrario a lo que dicen las elites empresariales y los privilegiados, ha logrado una estabilidad y ha demostrado que el crecimiento económico para el 2021 está pronosticado con miras a confirmarse del 6%. Rompe de fondo y forma el vacío que arrastraba el país con los gobiernos neoliberales, los que nunca superaban el 3% anual. La recaudación fiscal ha cambiado drásticamente: empiezan a pagar los que más ganan y es equitativa la manera y la forma de cobrar y se suprimieron los privilegios fiscales para las grandes empresas. Ahora, la asonada de los periodistas que aplaudían a diestra y siniestra, al viejo régimen, prefieren guardan silencio por la incredulidad que les causa y, ante todo, porque el gobierno federal dejó de maicearlos y, entre ellos, pues ya no existe el aplauso masivo, pero tienen libertad para cuestionar y la libertad de expresión en los medios informativos es un derecho en el país, como nunca antes y es una realidad. Pero el gobierno federal ya no les paga, ni ellos se hacen al amparo del poder gubernamental millonarios; este sector “empresarial” están en franca crisis económica, también de credibilidad.
Un dato para la historia: el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha propuesto llevar a cabo la consulta de la revocación de mandato o la ratificación de él mismo en el puesto de Presidente, consultando desde luego a los ciudadanos, y los de la oposición que, como dice, moralmente están derrotados, pues no aceptan la consulta ciudadana, ni quieren el escrutinio de la democracia, como modelo de desarrollo político y participación ciudadana. Siguen deseando acuerdos políticos entre la élite y los grupos que aspiran al poder por el poder y enriquecerse con los bienes de la nación. Saben que, ante los ciudadanos, el poder gubernamental es una exposición fuerte, que otorgar poder y al darle poder al pueblo para que ponga y disponga quienes deben llevar las riendas del gobierno es una realidad a la que los poderes estatales y municipales, tarde que temprano, tendrán que someterse ante los ciudadanos y con la venia de éstos ejercer la responsabilidad gubernamental. Sin embargo, esta expresión de democracia, hay que decirlo: ya estaba prevista en la Constitución, pero era letra muerta; lo que está haciendo el Presidente es formalizarla e impulsar el ejercicio de consulta ciudadana. Un modelo democrático directo de participación que tendrá afortunadamente frutos buenos y antes que malos, serán para hacer valer la vigencia del gobierno democrático, representativo y que debe contar con el aval de la ciudadanía antes que imponer sus interese personales y perpetuarse en el puesto.
Así que un resumen apresurado y definir el rumbo gubernamental, ante el hecho mismo de que se cumplen tres años de la llegada al gobierno federal, lo que hoy día se conoce como la 4T es que genera interrogantes oportunas. En primera, el país se encuentra mejor, aún cuando fue inédita la crisis sanitaria por la propagación del coronavirus en todo el mundo. Segunda, la rendición de cuentas que asume el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido afortunada y hasta ejemplar, pero también es un modelo único. Ya que las mañaneras han sido un asidero de encuentro con los ciudadanos y con éstos, los hombres y mujeres del país, están más informados. Ya que el Presidente se encuentra de lunes a viernes con los periodistas, para dar cuenta de los avances y problemas que día a día enfrenta su administración. Tiene un programa de gobierno basado en resolver problemas diarios; impulsar programas a mediano y largo plazo; así como un programa de infraestructura de inversión pública y privada y sentar las bases para erradicar un vacío de desarrollo que padecía por años el país. Por primera vez en casi cuatro décadas, el país no ha contratado deuda, por el contrario, ha pagado capital de ésta y el país no se encuentra en crisis económica.
Sí, sin duda, el problema de la seguridad es compleja y es un problema que viene arrastrándose de lejos y echó raíces muy fuertes, pero justamente esta administración gubernamental, se encuentran buscando acabar con ese mal; se percibe que no ha sido fácil. Si, el tema de la educación es un tema mermado, aunado al problema de la situación que se vivió durante 2020 de la crisis sanitaria, lo que sucedió es que vino a demostrar que el tema de la educación ocupa atención especial; si, la crisis hospitalaria es una realidad de México, pero contrario a lo que se decía, el país ha salido airoso de la crisis sanitaria, el modelo de organización que se implemento y sigue de pie es una realidad y dio pasos agigantados y se han encontrado muchas soluciones, pero hay otros que aún requieren atención: el país ya no es un río revuelto: toma forma la presencia de la separación del poder económico de lo político; sí, hay crisis en las instituciones de corte neoliberal, como el INE y el poder Judicial (sobre todo la judicatura), que todo lo quieren resolver con más presupuesto; como también sucede en los estados y municipios con los gobernadores de casi todo el país y que no han sabido tener visión inmediata, mediana y largo plazo, para cambiar de raíz la corrupción en los estados y municipios (en este momento es más corrupto un simple presidente municipal de cualquier parte del país que el Presidente de México).
El resumen está claro: el Presidente Andrés Manuel López Obrador en México le ha fallado a la clase política de oposición: no los escucha, ni los oye, dejó atrás el modelo neoliberal. Prefirió decretar la abolición de éste. El estilo del nuevo gobierno, vamos, ya no es de corte más liberal, apuesta a un gobierno democrático, un contacto directo con la ciudadanía; así es como dio por terminada el ciclo de los Pinos: donde se instalaba el poder neoliberal y a donde las ardillas de la clase política acudían a acordar y engordar su fortuna personal. Dio por terminada la distribución del presupuesto que estaba acordado con la oposición y ambos mantener vigentes los moches, por lo que los diputados y senadores al final de sus responsabilidades terminaban millonarios, eran la nueva cara de los grandes empresarios. Hizo publicó el modelo de pago a los funcionarios del gobierno federal y que nadie por encima del Presidente ganará más de 108 mil pesos mensuales, pero los de la oposición, con sus respectivos poderes estatales y municipales, así como dirigentes de partidos políticos, dirigentes sindicales y presidentes de organismos “autónomos” siguen ocultado la nómina de los pagos que se otorgan con los recursos públicos que reciben del presupuesto del gobierno federal y que son impuestos que pagan los ciudadanos. Por ejemplo, la mayoría de los consejeros del INE, los magistrados del Poder Judicial y muchos diputados federales y estatales, se han amparado para seguir ganando más de 108 mil pesos mensuales, contravenido con lo que dice la ley. Por ejemplo, ante la crisis de la educación es un problema grave, y el regreso a clases presenciales fue una polémica que directamente el Presidente atendió, sugirió que en vez de convocar a paros y mantener un sin finde excusas, mejor, que los rectores de las universidades públicas del país ventilaran públicamente cuánto es lo que pagan de nómina y se complicó la transparencia para estos. El estilo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador es tan complejo para la oposición que se vuelve sencilla de explicar: hoy día, como Presidente, cobra mensualmente 108 mil pesos, pero su verdadera paga está en la confianza que miles de ciudadanos han depositado en su persona y se habla como balance de estos tres años que la popularidad que tiene es casi del 70% de aprobación.
La leyenda urbana y rural para reconocer la 4T que encarna el Presidente es que, para la historia del siglo veintiuno, es un líder carismático, que asume el poder con humildad ante los ciudadanos y, sí, desdeña la foto con los “grandes” líderes de la oposición y ha dicho que para eso existe el secretario de Gobernación, para eso existe su gabinete y todos tienen responsabilidades para resolver entre todos los problemas del país y garantizar la gobernabilidad. Hay credibilidad en el gobierno federal que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador sin duda. Es un acierto justamente por no ser neoliberal, ni tecnócrata; sí, cambia su estilo por un modelo de gobierno más democrático, ante todo, genera confianza y los ciudadanos lo reconocen. Es entendible porqué la oposición no quiere al Presidente y, ¿los ciudadanos quieren a los de la posición? Para muestra un botón: es muy sospechoso que perdieron casi todas las gubernaturas que estaban en juego en las elecciones intermedias; el número de diputados que conquistaron es un eco de la pobreza política y el discurso que practican en los medios de comunicación y cuanta tribuna o micrófono les abren, es de pena ajena. La semilla de un liderazgo, como el del Presidente, es que es el primer político egresado de la carrera de ciencias políticas, nada menos que de la UNAM, pero que ha llegado hasta el puesto más importante de este país, y ha hecho honor al discurso de ese principio fundamental: conoce y recorre el país, no se hace millonario y le interesa acumular riqueza económica, sabe de los problemas de los ciudadanos. Es, pues, el político de izquierda más sencillo que en este siglo veintiuno ha ostentado el puesto de Presidente de México.
El primer discurso de Alfredo Ramírez Bedolla