Por: Ar Mendoza
El Juego del Calamar es una serie que en muy poco tiempo se ha convertido en una de las más vistas en la historia de Netflix, tanto ha sido su éxito que millones de influencers, periodistas y opinólogos en el resto del mundo, han dedicado su tiempo para desglosar análisis concretos de lo que dicha producción intenta mostrarnos respecto al capitalismo imperante en la mayoría de países influenciados por el desorbitante consumo.
De ser sincero, soy apático respecto a las realizaciones netflixeras que se ponen de moda. Sin embargo, en mis muchos ratos de ocio decidí tumbarme en el sofá y darle una oportunidad a esta producción surcoreana dirigida por Hwang Dong-hyuk. En principio pensé que se trataría de algo muy parecido a Battle Royale o a los Juegos del Hambre, pero esto va más allá de un simple entretenimiento que convoca a una serie de personas a participar en un juego en donde los eliminados perderán la vida.
El Juego del Calamar retrata los abusos del capitalismo surcoreano. Sin embargo, la realidad vuelve a superar a la ficción, ya que si pensaban que esto solo podría suceder en un país lejano como lo es Corea del Sur, lamento informarles que es un mal que permea en casi todo el mundo. En México, por ejemplo, el 47 por ciento de la población sufre algún tipo de estrés financiero, según la firma Max Capital Mex.
Pero sin duda, los más afectados somos los millenials, o al menos así lo cita el Dr. Carlos A. Jiménez Bandala, especialista en Estudios Organizacionales por la Universidad Autónoma Metropolitana en México, en una entrevista realizada por la DW. Una generación que nació en tiempos de crisis, con empleos inconstantes, sin casas propias y con deudas que superan por mucho sus ingresos.
No obstante, en el segundo capítulo de la serie de los Juegos del Calamar, se lleva a cabo una votación en donde los jugadores deciden si seguir jugando o no, concluyendo en que no continuarán participando. Pero después deciden que los juegos les brindan la oportunidad de salir de sus deudas y vuelven a intentarlo. Y es que la mayoría de los países latinoamericanos cuentan con procesos democráticos para elegir a sus gobernantes, pero no para elegir las empresas que los controlan, que explotan los recursos naturales, o que deciden el futuro de sus consumidores.
Si a estos males les sumamos el bombardeo de información por parte del marketing y de la necesidad de cubrir apariencias por parte de los mexicanos, podemos llegar a la conclusión de que el Juego del Calamar es una realidad en nuestro país.
Así pues, la pregunta sería ¿a cuántas personas conoces que participarían en el Juego del Calamar con tal de cubrir sus deudas o de seguir viviendo de apariencias? ésta quizá sería la pregunta del millón.
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