por Mario Hernández
La designación de Alfredo Ramírez Bedolla como candidato de Morena a la gubernatura del Estado puede interpretarse de diversas formas: desde encarnar la figura de un Juanito hasta ser un alfil presidencial. Personificando un claro mensaje de Andrés Manuel López Obrador y su interés por ganar Michoacán, el último bastión del PRD. Y tierra del gobernador más atrevido e insolente que lo ha confrontado abiertamente, incluso desde antes de su investidura.
Pero no solo el proceso jurídico-administrativo que enfrentaron los aspirantes a candidatos de Michoacán y Guerrero ante los órganos electorales dejó lastimada la credibilidad de Morena. Sino los métodos de selección empleados para designar a quienes sustituyeron a Raúl Morón y Félix Salgado. Sin ninguna clase de explicación, eligieron dos métodos: para Michoacán fue decisión directa de la Comisión Nacional de Elecciones. Y para Guerrero, encuestas. En ambos casos resultaron favorecidos quienes mantenían una relación muy cercana, política y familiar, a los actuales dirigentes partidistas.
Nivel de aceptación
En el caso de Michoacán, Alfredo Ramírez formó parte de la lista de 28 interesados en alcanzar la candidatura a la gubernatura por Morena. Pero su nivel de aceptación lo había colocado entre el tercer y cuarto lugar de los 17 hombres. Incluso por debajo de la aprobación que obtuvieron algunas de las 11 mujeres. Por lo que dirigió su interés por alcanzar la nominación morenista a la alcaldía moreliana, que no pudo lograr debido, irónicamente, a que fue sancionado por el INE por las mismas razones que a Raúl Morón. Por ello, resultaba obligada una clara y profunda disquisición sobre su designación.
La explicación de la dirigencia nacional que encabeza Mario Delgado tendría que iniciar por mencionar porqué en Michoacán mantuvo la candidatura para un hombre. Y en Guerrero la cambió a mujer. Tendríamos que confiar en que Ramírez Bedolla ocupaba el tercer lugar de las encuestas, por debajo de Raúl Morón y Cristóbal Arias y, de ser así, conocer si su aceptación garantiza el triunfo el próximo seis de junio. Esto a pesar de ubicarse por debajo de la posición de algunas mujeres.
¿Alfil presidencial?
Más allá de las explicaciones que le debe la dirigencia nacional de Morena a sus militantes y simpatizantes, la designación de Alfredo Ramírez ha sido bien recibida en el seno del partido oficial por varias razones: es un morenista de cuna que ha mantenido una relación cercana con Andrés Manuel López Obrador desde hace más de dos décadas. Incluso desde antes de que el tabasqueño fuera Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Además, es un hombre cercano a los ex mandatarios Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy Rangel. Y con Julio Moguel, académico y activista de izquierda. Pero quizá su punto más fuerte sea su institucionalidad durante este complicado proceso interno.
Por ello resulta conveniente la designación de Ramírez Bedolla. Sobre todo si se actualiza la idea, cada vez más sólida, de que Michoacán será un Estado de interés para el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Especialmente luego de los nuevos ataques y descalificaciones vertidos en su contra por Silvano Aureoles. Y es que no hay que olvidar que Ramírez Bedolla ha sido el único legislador que mantuvo una posición crítica ante la actual administración estatal.
Conflicto en puerta
Con el conflicto en puerta entre la Federación y el gobernador de Tamaulipas, quien es integrante de la Alianza Federalista, el proyecto del mandatario michoacano parece orientarse en retomar nuevamente su participación activa en este grupo, antagonista al Presidente de la República. Y convertirse en la voz que aglutine la oposición al régimen de la Cuarta Transformación. De ser así, Michoacán se convertiría en el epicentro de la lucha político-electoral. Y ganarla o mantenerla será determinante para ambos grupos.
Bajo ese escenario, Alfredo Ramírez no sería el Juanito de Raúl Morón, sino el Alfil del Presidente de la República.