por Hugo Rangel Vargas
Han transcurrido las primeras horas de las campañas proselitistas que definirán, en una sola jornada electoral, al número más grande de cargos del que se tenga memoria en la historia reciente de Michoacán. Aunado a lo anterior, la participación de candidatas será paritaria de manera horizontal y vertical. Y por primera vez las mujeres encabezarán los primeros lugares de las listas de representación proporcional de candidaturas al Congreso del Estado de todos los partidos.
Para agregar mayor significado a este proceso electoral, habría que decir que será la primera ocasión en la que busquen la reelección más de un centenar de diputados federales. Pero, por si fuera poco, la crisis sanitaria derivada de la pandemia ha impuesto medidas de distanciamiento social. Que agregan complejidad a las actividades proselitistas y que incluso, de extenderse una tercera ola de contagios como lo han previsto algunos expertos, podrían poner en riesgo la realización de los comicios en los tiempos señalados por la ley.
Sin embargo, este entorno tan sui generis no ha sido suficiente para que hayamos visto un despliegue de creatividad en el arranque de las campañas de los candidatos. Al menos no en el caso de quienes aspiran al Solio de Ocampo. Casi todos se concentraron en realizar los tradicionales mítines y dar unos toques de participación virtual de sus simpatizantes a través de medios digitales. Pero básicamente estos últimos fueron simples agregados de la ceremonia protocolaria de antaño. En la que la atención busca sacralizar al candidato, relegando al interlocutor a un segundo término.
Debilidad del mensaje
A la ausencia de creatividad en los canales para comunicar mensajes, se agrega la debilidad del mensaje mismo. Los candidatos punteros no posicionaron ni una sola emoción o propuesta que nos dibuje cual será su estrategia o la tónica de sus narrativas para los siguientes días. Uno por estar imposibilitado legalmente y otro porque se encuentra embelesado en ensalzar sus atributos personales. Así, los candidatos rezagados dieron pálidos trazos de sus estrategias: Hipólito Mora al arrancar en La Ruana, su tierra, centró su mensaje en el hartazgo ciudadano hacia la inseguridad. Por su parte, Mercedes Calderón insistió en buscar capitalizar su condición de género. Mientras que Magaña de la Mora pretendió posicionar una imagen de actor mesurado, intentando desmarcarse de la clase política.
El otro gran ausente es Morena y su candidato Raúl Morón, los claros punteros en todas las encuestas. Pero ahora hechos al margen por una decisión del órgano electoral. Su ausencia es más notoria porque su esfuerzo de comunicación se ha concentrado en el propio candidato. Y no han construido voceros o espacios alternativos que, sin debilitar la imagen de su abanderado, abran márgenes de interlocución con la ciudadanía. Sin una dirigencia visible y fuerte, con un candidato atado de manos y torpedeado, Morena vive horas difíciles. En las que le mantiene vivo la repulsión que la ciudadanía ha acumulado hacia la clase política tradicional. La cual parece encontrarse en un marasmo que le impide quitarse ese lastre, por muy elaboradas estrategias de posicionamiento que diseñe.
Esperemos novedades para los siguientes días. Pero el arranque pintó unas campañas con ausencias lamentables que, de continuar, limitarían la capacidad de provocar la participación de la ciudadanía, últimamente despolitizada y desanimada.