¿Conveniencia o convicción política?

por Oscar Peralta

Detrás de las acciones de todo actor político se puede percibir una gran cantidad de intereses y motivaciones que los ha encauzado a este ámbito. Por un lado, refiriéndome a la conveniencia, se puede asociar o hacer alusión a la corrupción, al nepotismo, a la ilegalidad y en general a todos aquellos actos que sean contrarios a la moral y a un orden natural. Esta característica mezquina merma y favorece el debilitamiento de las buenas costumbres, de la identidad ideológica y del servicio comunitario.

Lamentablemente, en la actualidad aún se sigue concibiendo a la política como el medio más efectivo para enriquecerse y servirse del poder. Por el contrario, una de las características que distingue al verdadero político es estar convencido de poder servir a la sociedad. Hablar de convicción es considerar que una situación o decisión sea benéfica o personalmente creer que es verdadera, teniendo la oportunidad de luchar o defender su causa, mediante la exposición y debate de sus ideales, e incluso, pudiendo replantear y convencerse de nuevas posturas, en este caso políticas.

Luego entonces, la convicción se presenta tanto a priori como a posteriori. Y consiste en defender los ideales propios por aquellos liderazgos distinguidos con vocación de servicio, amor a la patria y ese sentido de pertenencia muy claro. Estas son solo algunas responsabilidades que conlleva la convicción.

Relación complicada

Cabe hacer mención que la política y la razón no han tenido muy buena relación a lo largo de la historia. Debido a que en muchas ocasiones la clase política prioriza convencerse de ciertos acuerdos por conveniencia personal o partidista. Es pues donde entran en conflicto los principios éticos frente al pragmatismo político. Siendo uno de los motivos sustanciales de su desgaste y falta de credibilidad. Y es este último supuesto el único donde pueden converger entre sí (convencimiento por conveniencia y viceversa).

Sin duda alguna, estos son temas éticos que inciden en la toma de decisiones y en el manejo del poder. Donde por un lado el actuar de la clase política es mesurado y responsable, en apego a los principios tanto morales como jurídicos. Y por el otro, son actos y consecuencias sumamente desmedidas donde no se prioriza o ni siquiera se concibe el beneficio social, mucho menos lo que mayormente favorezca a la mayoría, sino a sí mismo o a sus allegados.

Es válido engañar a las masas. Pero muy miserable es engañarse a sí mismo.

Oscar Peralta es Licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Maestro en Derecho y Ciencia Política, analista político, docente y abogado postulante.

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