Claudio Méndez Fernández
“Para el desarrollo de las zonas más desprotegidas del país se necesita el establecimiento de estaciones o misiones culturales provistas de maestros, médicos, expertos en agricultura, en industria, ingenieros para el aprovechamiento de caídas de agua, etc. Que vengan a cooperar a la preparación de la masa ignorante que pierde el aprovechamiento de su esfuerzo por el desconocimiento en todo aquello que puede utilizar con mayor ventaja.”
Lázaro Cárdenas del Río -Apuntes. 1928 – 1940.
En un territorio como Michoacán, en el que las disputas políticas y económicas han encontrado históricamente un nodo de álgidas confrontaciones, la emergencia de una figura conciliadora y a la vez tan marcadamente aliada del sector más desprotegido de la población, como lo fue Lázaro Cárdenas del Río, sin duda significa un parteaguas que ha marcado y seguirá marcando la conciencia colectiva de los michoacanos.
La huella del cardenismo no solo puede contarse por el sinnúmero de instituciones, obras, acciones o lecciones que dejó a su paso. Ahí también se encuentran las voces que han inmortalizado su legado a través de canciones, versos, coplas, pinturas, películas y narraciones. Sin duda, también hay que sumar las anécdotas e historias que se escuchan en los pueblos de todo Michoacán. Y que prácticamente dibujan a un personaje omnipresente, capaz de estar a la orilla de un rio dialogando con campesinos, que bien encontrándose con amigos suyos en la Tierra Caliente.
El contexto en el que la figura de Cárdenas emergió, dotó de una mayor luminosidad a la vocación misionera que el general le imprimió a su prolífica e incansable vida pública. La sangre que se derramó durante la revolución mexicana y el período de confrontación religiosa conocido como La Cristiada. En el que la entidad aportó una dolorosa cuota de muertos, fueron el telón de fondo que hicieron que el carácter conciliador del general se subrayará en la memoria del pueblo de Michoacán.
Difuminando la línea que separa los hechos concretos de las leyendas, el pueblo, los más humildes, los vencidos de siempre, han encontrado en la narración del encuentro personal con el General, en el apretón de manos que sostuvieron con el mítico personaje o en la anécdota del diálogo franco que el presidente abrió con ellos, una pequeña ventana. Un resquicio luminoso por el que tocaron el poder, al menos con un dedo.
Pero Cárdenas no sólo es una figura histórica. En la que está anclada buena parte de la cultura michoacana. La claridad con la que supo entender las contradicciones de la sociedad de su época. Y cómo debía de actuarse frente a ellas, siguen dando lecciones de qué hacer hacia el futuro. En un país que no ha podido superar muchas de las mismas.
Su legado adquiere una profunda vigencia de cara al inminente fin de la globalización. Y el viraje del mundo hacia modelos que rescatan el nacionalismo, la recuperación de los valores de las culturas y pueblos originarios. El retorno a sistemas de producción e integración social, económica, cultural y ambiental desde lo local. La sustitución de grandes empresas por cooperativas y empresas familiares de pequeña escala. Y la revaloración de la democracia participativa y de los ejercicios de empoderamiento ciudadano.
De todo esto nos puede hablar el cardenismo. Y en todo ello hay ya una experiencia forjada y anquilosada en la historia de México. Que podemos ofrecerle al mundo de cara a la nueva época que emerge. Han pasado 50 años desde la extinción física del General Cárdenas. Pero la fuerza de su legado está presente en la narrativa diaria de nuestro pueblo, en la vigencia de las instituciones que forjó. Y en el legado del que podemos abrevar para enfrentar de mejor manera el futuro.
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